DE UNA CRÓNICA: Recital en la cárcel de Daroca.
Viernes, 27; Pasamos el puerto de Paniza con niebla. Nos saltamos la salida hacia Daroca. La autovía se alarga hasta Calamocha. Vuelta atrás, y hemos perdido media hora. Los otros tres compañeros esperan en el otro coche, muertos de frío.
Control,otro control y entrega del DNI, otro control y entrega de efectos personales: móvil, llaves, funda de gafas… Una, dos, tres, siete puertas más tarde, no hay rastrillos ni cerrojos, sólo puertas y llaves; puertas y vallas y rejas de un azul uniforme.
Un café ofrecido nos reconforta y el apretón de manos de algunos presos también.
La sala multiusos está casi llena. Comenzamos los relatos,unos propios, otros prestados: Adolfo, Fernando, Mateo, Luis, Mariano…
Hay aplausos tras cada lectura, una atención respetuosa, y el silencio y la participación casi se palpa. Es verdad que los internos han venido voluntariamente y porque están interesados, y eso se nota en las caras.
Otra ronda de lecturas y ha pasado casi hora y media. Los internos deben acudir al comedor. Están contentos y nos piden que volvamos, quizás con poesía, en otra ocasión.
Ya tenemos el “Diploma de picapedrero” que nos acredita por nuestra contribución al derribo de los muros de aislamiento de la prisión-
Mariano Ib3as
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